El eczema de los ojos

Si nos cuesta evitar de frotarnos los ojos para aliviarlos puede que tengamos un eczema. Cuando hay hinchazón y enrojecimiento en los párpados, a veces acompañados de supuración, así como un intenso picor, entonces se trata un eczema agudo. En ocasiones, la piel está simplemente seca, apenas roja, pero el picor persiste.

Como la piel de los párpados es muy fina, es un lugar habitual donde se producen las llamadas reacciones alérgicas “de contacto”, al tocar un producto u objeto.

Hay que apartar el responsable de la alergia de su vida cotidiana. Aunque eso no es todo: también hay que mantener lejos todos aquellos productos u objetos que puedan contener el alérgeno en cuestión. En el caso del esmalte de uñas, por ejemplo, uno no es alérgico al producto en sí, ¡sino a un alérgeno que contiene!

A veces, esta tarea de detección puede resultar complicada porque la alergia puede declararse mucho después del primer contacto o provenir de un contacto indirecto (a través de las manos, el aire...), por ejemplo. Para avanzar en nuestra investigación y confirmar nuestras sospechas, conviene acudir a un especialista en dermatología y alergología.

El médico nos someterá a un interrogatorio completo sobre nuestros hábitos domésticos y profesionales seguido de unas pruebas de alergia con parches para identificar a los posibles alérgenos.

En realidad la reacción se produce a un alérgeno, una molécula, y no al objeto o producto que lo contiene. Por ejemplo, en el caso de los pendientes de bisutería, se trata de una alergia al níquel.

El eczema atópico se distingue fundamentalmente del eczema de contacto por su causa: no obedece a una alergia, sino a un componente atópico, una hipersensibilidad genética al medio ambiente. El eczema de los párpados es común en la dermatitis atópica. A veces cuesta distinguir entre la conjuntivitis alérgica desencadenada por aeroalérgenos (polvo, pelo de animales, polen) y el eczema alérgico de contacto que se contrae de forma sincronizada.

La atopia puede provocar eczema (la piel atópica presenta una disfunción: reacciona con demasiada intensidad a su entorno inflamándose), pero también asma, rinitis, conjuntivitis...

Si desea profundizar más en el tema, en este artículo ofrecemos una presentación detallada del eczema atópico.

Los fuertes picores causados por el eczema pueden aliviarse con una crema a base de cortisona, recetada por el médico. Otra alternativa que se utiliza mucho en los párpados cuando el eczema tiende a reaparecer es una pomada a base de tacrolimus, un inmunosupresor local.

Si el eczema es de tipo alérgico (de contacto), el tratamiento también radica en identificar el alérgeno y apartarlo de su vida cotidiana.

Cuando el eczema es atópico, también es necesario “reparar” la piel. Para ello, hay que untar un cuidado emoliente: la hidratación es esencial a la hora de tratar el eczema atópico.

Cuando se da esta situación, hay que determinar si se trata de una alergia (eczema de contacto) o si el bebé sufre de atopia (eczema atópico).

Si es una alergia de contacto, el origen puede ser un producto aplicado en la cara del bebé, por ejemplo. En el caso de los bebés, como estamos constantemente manipulándolos, cabe preguntarse si puede tratarse de un eczema de contacto transmitido de persona a persona: puede que el bebé esté sufriendo una reacción alérgica a un producto que ha sido manipulado por alguien que le ha tocado la carita.

Por otro lado, cuando el eczema atópico afecta a la cara de los bebés suele concentrarse en las mejillas y la frente. Si se trata efectivamente de atopia, hay muchos recursos que pueden ayudar a aliviar el eczema del bebé y a espaciar las crisis.

El estrés nunca es la causa del eczema. Puede simplemente ser un factor agravante o desencadenar una crisis de eczema atópico, pero la causa en sí es el componente atópico, que es genético, no el estrés. Así que no puede decirse que el eczema está “en la cabeza”.